jueves, 25 de junio de 2020

Por tu culpa, por tu culpa, por tu bendita culpa...


Por tu culpa me vuelvo marea y me acerco a tu blanca orilla y me conviertes en camelia buscando solo el placer de tu humedad, por tu culpa me he vuelto cera que se derrite sin comprender el porqué y aún siendo de aire la piel siempre me ha de escoser...

Sembrando van sus palabras ventarrones en mi inquieta piel, por su bendita culpa el mar en mis muslos vera correr, hasta mis tobillos llegarán sus besos quizás pueda recoger un poco de aquel elixir que usted como hombre sabe muy bien reconocer...

Que si soy su gatita, que soy su niña también, grandote mío bien sabes recorrer, más que kilómetros en un verso, más que poesía para la piel, más que cascadas de rimas para complacer los ardides entre la pequeña y su daddy cuando se enzarzan en un poema escrito en pensamientos...

Arde la mente y el cuerpo cuando quieren conceder un lance ante el destino que los ve jugar tan bien, me gusta cuando sonríe mire gruñón le he de ver sonriéndole a dos cocuyos que por usted van a florecer, sus manos cabalgan lejos, sus pies ligeros han de ser para alcanzar dos gacelas y una pequeña perdiz que  bajo el sur de un continente lejano le quieren hacer perder.

Un hombre de esquivas sonrisas me ha tocado ya lo sé, si viera como le brilla el alma cuando a bien lo tiene hacer, sonreiría más a su inquieta desnuda por los campos corriendo cuando la ve, su piel no es de otoño compréndalo usted muy bien que se convierte en abril pues me hace florecer los amaneceres en el cuerpo renacen muy bien cuando cerca de mis antojos escucho susurros que despiertan aromas de miel ...

Los años no son daños, los años son un labriego que le posó fértiles tierras en las palmas de sus manos para sembrar de palomas los deseos que vuelan raudo y se posan aquí en mis cimas y descienden al manantial donde se sumergen y allí gorjean gráciles en aquel tiempo sin tiempo donde el sentir nunca cambia donde es lo mismo a los 20 que a tantos años; y se vuelve eterno lo que jamás destilar podrá ningún experto, donde el aroma jamás igual a otro será, donde somos auténticos jilgueros en vuelos nunca repetidos, donde las edades son solo un cuento y el desear más que una quimera...

La pequeña muerte se nos concede al placer de paladear en vida y volver de ella para seguir deseándole una y otra vez, pues de estertores ajenos y propios se nos marca la piel en gemidos de una muerte que de placer se sabe componer...

L.J.A

1 comentario: