Todos tenemos un armario, donde guardamos nuestra ropa vieja, nuestra ropa nueva, los jeans favoritos, los bolsos de todos los colores para combinar con la ropa, miles de cinturones a juego con los zapatos, nuestros zapatos de invierno, de verano, de otoño, de primavera y de cualquier otra ocasión que se nos ocurra a nosotros que pueden existir un par de zapatos propicios. Sí, ese armario donde a veces no solo le cabe ropa y prendas de vestir, sino que además lo llenas con libros, medicinas, artículos de tocador y pare de contar; vaya que si tuviéramos la oportunidad de adentrarnos en muchos de ellos, entraríamos a un nuevo mundo como en el armario de las Crónicas de Narnia.
Y luego, luego esta lo parecido de nuestra alma a un repleto armario; llena de mil cosas, unas importantes, otras no tanto, unas indispensables, otras con menos sentido de estar allí pero están; y así tenemos un alma que es como nuestro armario, llena de colores, sabores, sin sabores como no y millones de sentires.
Ahora he de confesar algo y es que tengo una especial ¿fobia, podría decirse?, por aquellos animalitos que nos dio la naturaleza y que por ende son creación de Dios, pero que particularmente me aterran, me hielan la sangre; pero como un animalito al cual yo le rebaso en tamaño por mucho, puede darme tanto terror, no lo sé, solo que esta ahí mi terror por las ranas.
Ayer una pequeña rana de color bastante extraño, pues no era verde, pero tampoco negra, tal vez era color de terror desvaído; entró en mi habitación y que susto me he llevado yo! Salto muy oronda al percatarse que le miré y entornó muy atenta sus ojillos hacia mí, a lo cual desde luego yo pegué semejante chillido que no se cómo, la pequeña rana no se murió del aspaviento por mi formado. La rana se fue dando brincos cada vez más dueña de sus pasos por así decirlo y para horror mío se ha metido a mi armario.
Pueden ustedes imaginar cómo sacar a un pequeño animalito escurridizo, de semejante parafernalia como lo es mi armario, yo no lo intenté siquiera créanme; acudió a mi rescate una tía que alertada por el escándalo que formé a altas horas de la noche, se deslizo de su cama a ver qué mal tan terrible me aquejaba; todo producto de la pobre rana indefensa.
El episodio no pasó a mayores pues mi tía sacó al animalito, el cual aprovecho decir, tenía muy pocas ganas de salirse de mi armario; tal parece que le gustó mucho mi abrigo rosa y los zapatos que le hacen juego.
El caso es, que tengo en el alma una rana, valga la comparación; pero yo soy la única que puede sacarla; esa rana viene y va, se apodera muchas veces de mis sentimientos y luego muchas de ellas se van sin necesidad de sacarlas, simplemente se van dando saltos y me dejan atrás. Hay ranas a las que crees les va a gustar tu abrigo rosa con zapatos a juego, pero no, solo echan un vistazo y se van; otras que les gusta la apariencia de tus jeans desgastados pero a la final les parecen muy viejos y se van; otras que el aroma de tu perfume favorito impregnado en tu ropa parece embriagarles, pero que al fin y al cabo también se van.
Esta rana que ahora entró en mi armario, quizá hubo muchas cosas de éste que le gustaron; pero con solo uno de mis chillidos fue suficiente para que emprendiera dando saltos.
Es mi responsabilidad sacar del alma las ranas que no gusten de mi armario, las que solo se fijen de pasada, las que solo quieran jeans nuevos y sin costuras de remiendo; las que solo vean como una pequeña estadía este rescoldo de mi alma, las que no quieran hacer de este su armario único y favorito.
Por ahora seguiré teniendo una rana en mi armario, procuraré volverme su amiga o su estación favorita, para quedarse a mi lado.
Posdata. Todavía le temo a las ranas…
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